para lore sanders
diminutivos,
fantastiquita herramientita del idiomita españolito, usadita a diestrita y
siniestrita en el diíta a diíta. siéndoles sincerito, en lo que a mi personita
corresponde, me causa demasiadita ternurita, ya que una gran partecita por no
decir toditas las cositas romantiquitas vienen con estos afijitos. qué sería de
la mísera caricia denominada bruscamente “piojo”, sin su diminutivo. o de lo
irrelevante del apodo de javier hernández en el manchester united. en
definitiva el mundo sería un lugar mejor en diminutivo, comprobemos dicha
afirmación y empecemos a explorar este nuevo mundo por la costa, es decir por: el costeñito (sucursal garza sada).
del
cómo:
es
difícil. pero lo intentaré explicar del verbo
séquealgosemeescapayporendefracasaré. de hecho hace precisamente un par de
semanas me confesé públicamente como un perdedor. sí, para qué buscar la
efímera gloria y los constantes triunfos. recorriendo rápidamente mi vida
descubro que soy o prefiero ser de los derrotados, de los caídos, de los que
claudican. de esos que quedan campeones cada treinta años, de esos que se
conforman con escuchar música vieja, de esos que rechazan ofertas jugosas de
trabajo, de esos que no consiguen lo que quieren, de esos que concuerdan con
velasco al afirmar que su mayor problema en la vida es pasarla imaginando en
lugar de viviendo…
tuve
la oportunidad de ir a través de un viaje de estudios a la ciudad de nueva
york, en compañía de tres colegas, y veintinueve potenciales colegas. la imagen
resulta pintoresca, cuando una manada de treinta y tres personas encorbatadas o
enfaldadas cruzan corriendo avenidas o asaltan vagones del metro para realizar
turismo jurídico.
aprovechando
la semana en la fatua nueva york, como diría sabina, además de conocer a fantásticas
personalidades como “el novio” o “el nugget”, también tuve la oportunidad de
reencontrarme con la persona que me inspiro el presente espacio, que trabaja en
la ONU y que aprovechó su calidad de sibarita internacional para recomendarme
dos hamburguesas que no podía dejar de probar en aquella ciudad. las
recomendaciones fueron en dos sentidos: shake shack y minetta tavern.
im-per-di-bles.
las “shake
shack” las encontré de casualidad, después de asistir a la obra de teatro de
EVITA en compañía de: roble y fernando. este último, ideó un plan maquiavélico
para no cenar después de la obra, decidí secundarlo por aquello del probable
sobrepeso que ganaríamos durante la semana. sin embargo la decisión estaba
tomada por roble al previamente afirmar que es un principio general de derecho
ir a cenar después de asistir a cualquier espectáculo de broadway.
cuando
ya nos dirigíamos rumbo a un restaurante elegido por roble, observé a la
distancia el anuncio luminoso de las “shake shack” que me había recomendado
lore y solicité pataleando y gritando que si de favor podíamos ir a esas
hamburguesas. mis amigos accedieron sin saber que nos llevaría 40 minutos de
fila llegar a la caja para ordenar. el bullying y la guerra sucia hacia mi
persona, no se hizo esperar, tanto roble como fernando se quejaban de: “que
nunca habían hecho tanta fila en su vida” y “que esperarían comer un manjar”,
“que es increíble lo que uno hace por los menores”. mientras esperábamos llegó
el buen pepe, que venía saliendo de ver Mamma Mia!, como abogados que somos
decidimos repartirnos las tareas para librar el siguiente obstáculo que era
encontrar una mesa, ya que si ya estábamos en el lugar no podíamos perder la
oportunidad de comerlas ahí mismo.
las
hamburguesas del shake shack estaban buenas, pero resultó mucho mejor la
confirmación de que “uno termina queriendo a sus amigos por sus manías”, ya que
la impresionante cantidad de fila que hicimos y lo incómode de comer todos
apretados en una barrita, valió la pena más que las hamburguesas que si las
pudiera resumir en una palabra serían: hipsters, es decir chidas, pero normal,
nada del otro mundo. qué mala definición de hipster, por cierto.
las
otras que me recomendó lore, se ubicaban en SOHO, que el buen perro de memo
morales además de guiarnos por esas zonas, nos explicó que significaba “south
of houston street”, y es que qué no sabe el pinche memo, bueno probablemente no
sepa que mi maestría será en la carlos III y no en la carlos V. el último día
se decidió que con base en el principio de libre tránsito cada persona estaría
en libertad de hacer lo que quisiera con su día. yo me organicé con ivonne,
quien también quería ir al SOHO a comprar cositas para comer juntos en un lugar
denominado: minetta tavern.
después
de perdernos varias veces, conociendo el barrio hasta los recovecos más
ignotos, debido a que ale huerta, que es la única persona que conoce nueva york
como la palma de su mano y parafraseando a mi peje está aflojada no en
terracería pero sí en la quinta avenida, nos abandonó; ivonne y yo encontramos
el lugar y lo primero que nos dijeron es que si teníamos reservación,
obviamente respondimos que no, pero nos otorgaron un asiento en la barra y ahí
nos entre pláticas del pasado y del futuro y también del presente, nos
dispusimos a probar una delicia, que sinceramente es de lo mejor que he probado
en mi vida. el precio era exorbitante pero valió mucho la pena.
el
viaje terminó a toadísima madre ya que conocí a personas chingonas y sobretodo
se renovó el anecdotario con relatos muy pero muy pintorescos. regresamos un
domingo a medio día, ya que salimos casi casi a las 3 de la madrugada de nueva
york y para las seis de la tarde ya estaba comunicándome con mis amiguis para
irnos a tomar unas cervezas y platicar de lo ocurrido durante mi ausencia.
sugirieron
un lugar de mariscos ya que algunos andaban crudos y para variarle y no cambiar
se decidió democráticamente asistir al lugar que a continuación se describe.
ufff… hasta ahora en retrospectiva descubro que tuvieron que pasar tantas cosas
para terminar en el pinche costeño comiendo su hamburguesa.
de
hecho estuvo bastante chistoso y esto para confirmar que la institución
educativa en que trabajo te persigue hasta la muerte, al pedir una mesa y empezar
a platicar, me percate que a mi derecha (obviamente a mi derecha dónde más) se
encontraba greis garcía, compañera muy servicial que además es panista (ojo no es ofensa que me refiera
a alguien como panista) con quien también tuve la oportunidad de compartir el
viaje a nueva york. muy chistoso descubrir cómo los viajes crean un sentido de
pertenencia muy cabrón y también darse cuenta de que a horas de ya no compartir
todo el día con tantas personas que al inicio eran desconocidas, ya las
empiezas a extrañar.
la
verdad a mi nunca me ha gustado el costeñito a pesar de su diminutivo, ni
aunque diga MECANO (y MECANO, nunca, repito, nunca se equivoca), “que siempre
los cariñitos le han parecido una mariconez y ahora hablo contigo en diminutivo
con nombres de pastel”, y eso que cambio de opinión como cambio de canción
favorita de caifanes. de verdad le he otorgado varias oportunidades pero hay
algo siempre que no me convence.
será
por que los precios no reflejan el servicio ni la calidad de los alimentos, o
bien que una vez fui y todo el restaurante olía a trapeador, o tal vez por que
su decoración y ambiente me recuerda a todo menos un ambiente costeño o así
marisquerito sabrosón y cachondero, nada que ver con los arcos, o el atlántica
o el pacífica o el costa nueva o hasta el mar caribe y el maryscoco, la raza
del poniente sabrá de lo que hablo. no sé, no sé las sillas están incómodas y
según yo está sobrevaluado, además venden pura cerveza de la modelo, o sea cómo
un lugar puede dejar de vender tecate, aquí en nuevo león, por cierto saludos
al lópez.
hay
pantallas por doquier, en los juegos de los equipos regios hay buen ambiente,
pero no sé por que mis pinchis amiguis insisten tanto en ir a ese lugar, ya
últimamente lo han estado dejando abajo y sino pues de plano no voy pero pues
ya los extrañaba y por ellos lo que sea.
después
de ponernos al corriente con las actualizaciones de costumbre solicitamos el
menú y pude observar que en apartado denominado “de la parrilla”, existían dos
tipos de hamburguesas: la costeñito y la fish burger. la primera de ellas se
describía como: “hecha a base de
camarones fritos, con queso, lechuga y tomate” a su lado venía dibujatido
un timón en color naranja que al final del menú te explicaba que significa un
platillo recomendado por el capitán. ay uei. qué capitán, porqué insistir en
usar esas falsas alegorías de altamar para crear la sensación de que en el mar
la vida es más sabrosa. dejen ustedes, ahí voy de pendejo a confiarme de que si
una comida tiene ese distintivo probablemente sepa mejor que todas las demás…
ya he dicho que soy fácil verdad? bueno conste que una vez una chica me invitó
un bacacho, sí un bacacho en un antro y me enamoré perdidamente de ella. soy
fácil y barato también chingá… equis, total pedí esa hamburguesa y después de
comerla…
la
calificación fue la siguiente:
escala
del 1 al 10
|
ponderación
final
|
|
sabor
|
6.5
|
0.37 x 6.5 = 2.40
|
ingrediente
principal
|
O carne O pollo O
pescado Ø camarón
|
|
presentación
|
7
|
0.21 x 7 = 1.47
|
consistencia
|
8
|
0.20 x 8 = 1.4
|
experiencia
|
7
|
0.22 x 7 = 1.54
|
calificación
final = 6.81
|
llegó la hamburguesa costeñito sobre un mantelito con el logotipo de dicho lugar estampado en cada esquina, cuatro cangrejos parecían hacerme ojitos y augurarme un buen inicio. sin embargo, desde rapidamente me percaté de que el mantelito en cuestión tenía manchas de aceite que se asemejaban a esas bollas que ponen cuando hay marea roja y te previenen de una tragedia.
al quitar la tapa de pan pude descubrir una de las escenas más tristes y patéticas en la historia del presente blog. con decirles que robinson crusoe se veía más acompañado después de su naufragio que aquellas dos rebanadas de tomate sobre una plasta de queso, como una mezcla de camaronsitos y queso pinche. después la parte inferior, lechuga así como que poquilla y se acabó. ningún aderezo, nada cremosito, nada de nada. pan, dos tomates, el intento de mix con los camarones y el queso, lechuga y pan. se acabó.
sobre la mesa había un botesito de salsa ketchup marca heinz pero de ahí en fuera era todo. decidí entrarle a probar y no me equivoqué. la hamburguesa se atreve a llamarse hamburguesa cuando no lo es. por más que quieras intentar armonizar los pocos ingredientes, esto no se puede llevar a cabo, debido a que el queso consume mucho sabor y los camaronsitos pasan cadi casi inadvertidos.
la verdad es que no hay nada más que comentar, la hamburguesa es malona, no es la especialidad del costeño. se nota que la incluyeron en el menú solamente para cumplir y seguir la inercia de que un restaurante se quiere hacer el buena onda agregando los presentes platillos dentro de sus posibilidades.
la verdad es que no hay nada más que comentar, la hamburguesa es malona, no es la especialidad del costeño. se nota que la incluyeron en el menú solamente para cumplir y seguir la inercia de que un restaurante se quiere hacer el buena onda agregando los presentes platillos dentro de sus posibilidades.
comentarios
puntuales:
- el precio de la hamburguesa es de $67 pesos.
- el sabor no es rico, no se siente una conjunción ni mucho menos un trabajo en equipo entre todos los ingredientes de la hamburguesa.
- de primera impresión bien pero no creo en el amor a primera vista y una vez que la empiezas a conocer y a deshacer y a comer en efecto te das cuenta que no vale la pena enamorarse solamente por lo físico.
- la plasta de queso y camarones, mal, me atrevería a decir que a mi me queda algo mejor, se nota así que lo hacen todo rápido y sin buscar un sabor equilibrado.
- la cantidad de papas me pareció lo normal.
- el refresco cuesta $21.00 pesos.
mi
recomendación es:
sabina se considera un rojo sin diminutivos. no es rojillo, es un
rojo, un rojazo. bien por el de úbeda. en esta ocasión al costeñito le va mal,
le va guango el diminutivo, debiera ser despectivo el afijo que lo denomine, o
bien sencillamente llamarse el costeñazo por la poca seriedad que ofrece en sus
hamburguesas.